Andrés Nachón fue diagnosticado con linfoma de Hodgkin a los 17 años. Antes era un jugador de básquetbol de élite y ahora trabaja para convertirse en un ciclista. Hace 8 años que no tiene cáncer. 

Me gusta verme como un milagro vivo. Hace ocho años, cuando tenía 17 años y era un atleta estudiantil joven que jugaba básquetbol en IMG Academy en Florida, me diagnosticaron linfoma de Hodgkin. Era verano y mi familia estaba de vacaciones. Mientras tanto, estaba con mis entrenadores y compañeros de equipo haciendo entrenamientos de pretemporada en la playa.

Durante un partido de básquetbol en aquel tiempo, me hicieron una falta y pensé que me había quebrado una costilla. Me realizaron una exploración por tomografía computarizada (TC) justo después de terminar el partido porque sentía dolor físico. Cuando los médicos finalmente tuvieron los resultados de la exploración, hallaron que no había ningún problema con mis costillas. Sin embargo, encontraron una pequeña masa que querían analizar. 

Cuando llegaron esos resultados, la noticia me cayó como un balde de agua muy fría: tenía cáncer. Después de un par de días, pude revelar la noticia a mi familia. Respondieron volviendo rápido de las vacaciones para estar conmigo y luchar juntos como equipo, como siempre lo hacemos. 

Cuando me diagnosticaron cáncer la primera vez, estaba sorprendido. Después sentí miedo. Más adelante, encontré una paz absoluta al darme cuenta de que no era yo quien tenía el control, pero sí era yo quién podía decidir cómo vivir con cáncer. Después de meses de tratamiento que debilitaron mi cuerpo, pude mantenerme positivo con la ayuda de Dios, mi familia y mi fuerza interior. Sabía que tenía una salida: el básquetbol. Así que decidí concentrarme en eso y no dejaría que mi mente tuviera suficiente tiempo para pensar sobre todo lo que estaba sucediendo en el hospital. Mi mente solo tenía lugar para pensar sobre cómo mejorar en diferentes áreas en el campo. Cinco meses después de empezar el tratamiento, volví al campo de básquetbol, una vez más como un niño con el sueño de usar el básquetbol como una herramienta para formarme y a las personas alrededor mío. 

Tras sobrevivir al cáncer, tuve la oportunidad de representar a mi hermoso país, México, jugando para las selecciones nacionales U-16 y U-17. También jugué al básquetbol en la universidad. Tengo el récord junto con mis compañeros de equipo de la mayoría de los partidos ganados en una única temporada en la primera división de la liga de la asociación de básquetbol estudiantil (ABE) de México, con 39 partidos ganados y 1 perdido, y ganamos el campeonato de esa temporada. 

Después de 2 cirugías de rodilla, mis médicos me aconsejaron que dejara de jugar al básquetbol competitivo. La pelota dejó de picar demasiado rápido para mi gusto. Pero recientemente he decidido dar al ciclismo una oportunidad. Tengo previsto utilizar el ciclismo como una manera de mostrar al mundo que no importa lo que suceda, sea bueno o malo, todo ayuda a que uno se convierta en lo que uno es. Creo que es uno mismo quien decide cómo reaccionar ante las circunstancias que ocurren en la vida, ya sea cáncer, la pérdida de un empleo u otra cosa. Después del cáncer decidí que no iba a quedarme quieto en este mundo ni iba a dejar que el tiempo pase sin actuar. Decidí aceptar lo que sea que aparezca en mi camino y encontrar la forma de ayudar a que me convierta en una mejor versión de mí mismo.

Creo que los adolescentes y los adultos jóvenes que viven con cáncer deben tener algo que les recuerde en dónde están parados en el mundo. En mi caso, mi fe en Dios me ayudó a permanecer estable y seguro de saber que todo es posible. El básquetbol también me ayudó a encontrar el objetivo mientras vivía con cáncer. Para otras personas jóvenes en la misma situación, podría ser un hermano o novia quien los mantenga a flote. Sea cual sea el caso, descubrí que tener a alguien o algo en mi vida que no estuviera relacionado con el cáncer me ha ayudado a seguir adelante. 

El cáncer me convirtió en lo que soy por completo hoy en día. Ha cambiado mi forma de ver el mundo. Me ayudó a valorar lo que realmente es importante en la vida y a ignorar el sinsentido en el que a veces nos vemos atrapados. Sé que el reloj nunca se detiene. Estamos aquí por un corto periodo de tiempo y no podemos cambiar eso. Pero tener linfoma de Hodgkin en la adolescencia me enseñó que siempre que haya en mí fuerza para luchar, entonces siempre podré mover montañas. Me ayudó a comprender que soy yo quien define las probabilidades o incluso quien a veces va en contra de ellas. Espero que mi historia motive a otros a ver las oportunidades en sus vidas y a aprovechar esos regalos. Salgan y aprovechen quienes son. 

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